La calle en la que hay algo para todo el mundo

Montones de hostales, evocadoras cafeterías retro y música en directo por todas partes: la calle Khaosan es un lugar animado donde todo el mundo encontrará algo que hacer, y no sólo los mochileros. Deambule por el mercadillo callejero, disfrute de un masaje de pies o coma tallarines fritos, todo ello en la acera de la misma calle.

Compras
Productos económicos

Productos económicos

Precios irrisorios

Khaosan es famosa por su mercadillo, y el hecho de que los estudiantes tailandeses vengan aquí a comprar dice mucho de sus precios. Ya venga en busca de collares, hamacas, ropa, CD o cócteles, regatear es lo correcto. Este complejo juego de preguntar el precio, reírse educadamente e intercambiar cumplidos aumenta las posibilidades de conseguir una ganga. La regla general dice que hablar suavemente suele dar mejores resultados en la negociación. En última instancia, la conversación agradable con el vendedor será lo que determine la impresión general del mercado, aunque no se lleve nada a casa.

Comida en la calle

Comida en la calle

Cuando cae la noche

Vaya a Khaosan al final de la tarde, si es posible, para poder experimentar también su ambiente nocturno. Justo antes del anochecer, comienzan a llegar carritos con barbacoas para hacer pinchos de satay, calamar y mazorcas de maíz. También hay puestos donde se pueden comprar rollitos de primavera y tallarines con gambas para comer dando un paseo. Desde las terrazas suele llegar música relajante que invita a tomarse una cerveza tailandesa. Conforme va llegando cada vez más gente a Khaosan, los encargados de las relaciones públicas van repartiendo publicidad de discotecas que abren alrededor de medianoche. En muchos cafés, las bandas preparan su equipo para pasarse la noche tocando versiones de temas occidentales y música tailandesa.

Ofrenda de un sacrificio en el templo

Ofrenda de un sacrificio en el templo

Entre incienso y colmillos

Al final de la calle se encuentra el recinto del templo Wat Chana Songkhram, en el que habitan los monjes entre las estupas y la torre del tambor. En la sala de oración, con sus estatuas de Buda, sus flores y sus colmillos de ébano, los visitantes tailandeses encienden varillas de incienso y velas y esparcen flores de loto delante de la mayor de las estatuas de Buda. El ambiente en el interior de los muros del templo es apacible y el tiempo parece transcurrir con más detenimiento. La abundancia de árboles convierte este templo de 200 años de antigüedad en un acogedor oasis en el centro de la ajetreada ciudad.

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